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Behavioural Finance

Todo el mundo tiene claro, por mínima que sea la experiencia en mercados financieros que se tenga, que asociar la inversión en Bolsa a ganancias, y la idea de gestor de patrimonios o banquero privado a adinerado experto que sabe cómo mover el dinero de manera infalible, es totalmente falsa.

1 de mayo de 2019

Ahora bien, no deja de ser curioso que hablar de pérdidas y tomar consciencia de que la falta de formación financiera condena a muchos inversores a la ruina, sigue siendo tabú. 

Nassim Taleb equipara los modernos mercados financieros de hoy a los hospitales de Londres y Paris de 1800, donde los enfermos que acudían a ellos, multiplicaban por cuatro el riesgo de muerte. Probablemente la realidad esté en un punto medio entre el total tabú y la exageración, pero es innegable que resulta imprescindible dedicar el tiempo necesario a conocer, divulgar y a analizar porqué demasiados inversores pierden sistemáticamente cuando invierten su dinero en los mercados financieros pudiendo llegar a arruinarse. Partiendo del sentido común, y de situaciones cotidianas a las que se enfrentan los inversores, se irá demostrando que el análisis financiero convencional ignora como las personas reales (profesionales y particulares) toman las decisiones de inversión. Guste o no, a veces los inversores son irracionales y dicha característica supone una de las mayores ineficiencias y oportunidades en los, habitualmente correlacionados y supuestamente eficientes, mercados financieros.

Es especialmente llamativo que durante muchas décadas los profesionales de la inversión se han afanado en tratar de respaldar su trabajo con un soporte científico. Se ha partido de datos macroeconómicos (PIB, tipos de interés, divisas) y de los balances de las compañías a nivel microeconómico, analizando evoluciones de ingresos, gastos, inventarios y márgenes, para tratar de generar modelos cuantitativos que dotaran del rigor de científicos, de físicos y matemáticos a una disciplina que no es exacta. Se ha insistido en llamar ciencia a la Economía aunque poco a poco palabras como valoraciones, expectativas de los inversores, indicadores de confianza o sentimiento de mercado se han ido apoderando del lenguaje profesional diario. Se ha ido desinflando la anhelada burbuja ingenieril, la cual se ha pinchado definitivamente, tras la crisis crediticia del SXXI donde conceptos como miedo, euforia o pánico aparecen constantemente en las explicaciones que se dan para justificar el movimiento de los mercados financieros.

El análisis del comportamiento humano en la toma de decisiones de inversión y las aplicaciones financieras que de ello se derivan es lo que se conoce Behavioural Finance o Behavioural Economics. Esta nueva disciplina con tintes revolucionarios, que se intercala entre la psicología, la neurología y los mercados financieros, es el mayor caladero de premios Nobel de Economía de las últimas décadas. En 2002 y 2006 lo lograron Daniel Kahneman (sin ser economista, ya Behavioural Finance 3 que era psicólogo, y sin usar ni un solo número en sus planteamientos más significativos sobre la toma de decisiones en condiciones de incertidumbre), y Edmund Srother Phelps quien contribuyó al entendimiento de la curva de Phillips en microeconomía, incluyendo el papel de las expectativas en la forma de expectativas adaptativas.

En 2009 lo consiguió Elinor Ostrom demostrando que los mercados no son eficientes ni racionales basando parte de su trabajo en retomar problemas de negociación, como el dilema del prisionero, en situación de degradación del ambiente y explotación de los recursos naturales. Peter Diamond y Dale T. Mortensen, y el chipriota-británico Christopher Pissarides son los ganadores del Premio Nobel de Economía 2010, por explicar las fricciones que ocurren en el mercado laboral por las cuales hay profesionales frustrados que no encuentran trabajo, y al mismo tiempo empresarios que no encuentran trabajadores.

En 2012 la temática del preciado galardón fue la Teoría de Juegos y fueron Alvin Roth y Lloyd Shapley, por su diseño experimental de las intenciones de voto, los premiados. Y no podemos terminar sin mencionar al profesor Robert J. Shiller, quien compartió el Nobel de Economía 2013 con Eugene Fama y Lars Peter Hansen, por demostrar a principios de los años 80´s que la actuación de los inversores responde a patrones no racionales pero eventualmente pronosticables que posteriormente expondremos.

Decía el propio Daniel Kahneman: “Para un economista, las decisiones que toman los agentes económicos son racionales y buscan maximizar la utilidad, mientras que para un psicólogo es evidente que las personas no son ni enteramente racionales, ni enteramente egoístas, y que sus gustos son cualquier cosa menos estables. Nuestras disciplinas parecen estudiar especies diferentes”.


Libro 4, Lecutras FIA, Capitulo 4

In cooperación con el Instituto BME. https://www.institutobme.es

 

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