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Fabada financiera asturiana para 2020

Llega el frío y con él apetecen platos de cuchara. Financieramente hablando, las gélidas temperaturas las generan los tipos de interés negativos y unas valoraciones, de las bolsas y del crédito corporativo estadounidense, de todo menos light.

2 de diciembre de 2019

Ver al Dow rompiendo los 28.000, o al Nasdaq cual alpinista experimentado haciendo cumbres por encima de los 8.000, no significa nada. Lo que sí que engorda con olerlo, más que los polvorones y mazapanes navideños, es el hedor que desprende la pérdida de respeto a los déficits públicos, cuáles son las dinámicas de los grandes flujos de inversión y por supuesto, prestar atención a los diferenciales entre evolución de la deuda de medias y pequeñas empresas estadounidenses y la marcha de sus beneficios. No es que no se pueda cocinar rico en este entorno de mercado, pero para disfrutar del sabor de la rentabilidad, toca construir una cartera igual que se prepara una fabada asturiana para comensales con el colesterol alto. Hoy nos toca pues hablar de construcción de carteras equilibradas de cara al 2020 o de preparar guisos tradicionales con un nutricionista al lado. Todo un reto.

Una fabada que no tenga judías, chorizo, panceta y morcilla no es una fabada. Los mercados de hoy nos dejan claro que lo que puede dar placer al paladar son los emergentes (cuyos tipos de interés triplican a los desarrollados y están infinitamente más baratas las valoraciones de sus bolsas), los sectores cíclicos europeos atormentados por las guerras comerciales y los tramos subordinados de la deuda de los grandes instituciones financieras puestas a dieta por Basiela IV y Solvencia II. También podemos encontrar sabor en toda estrategia global que fuera tumbada por la acción de los Bancos Centrales, pero sea cual fuere el condimento, el problema de hoy es que no hay activos sin riesgo con los que mezclar todo lo anterior. No hay protector estomacal como consecuencia de las políticas monetarias ultraexpasivas.

Para guisar una fabada financiera con fundamento no es una opción bañar a las judías en una menestra de deuda pública y bonos corporativos Investment Grade. Pasaríamos hambre y pagaríamos por ello con rentabilidades negativas. Hay que mantener el chorizo, pero reducir la cantidad y sustituirlo por pimentón agridulce. Hay que bajar la dosis de tocino y remplazarlo por un sofrito de puerro y cebolla pasado por la batidora a máxima potencia. Hay bajar la dosis de morcilla, a cambio de ponerle un hueso de jamón del bueno, y sobre todo hay que usar judías de temporada (omitiendo cosechas pasadas por gloriosas que estas fueran). Puede parecer un detalle sin importancia pero al pasar unas horas entenderán que permite controlar muy mucho los picos de volatilidad estomacal que toda legumbre rentable exige hoy en día. Y dicho todo esto, si cambian la palabra “judías” por acciones, “pimentón” por Renta Fija Emergente con coberturas “naturales”, “puerro y cebolla” por Risk Premias, y “hueso de jamón” por “fondos de fusiones y adquisiciones amistosas” o “long short en tecnología”, pues claramente mejoramos brutalmente el binomio: sabor y salud financiera . La alternativa es conformarse con sándwich de jamón (60% ETF Bolsa US) y queso (40% renta fija) y rezar a Sta. Cristina de los Lagares. Ya que el segundo se ha derretido, y el primero está a precio de trufa suiza, si optan por ello, no es mala idea que se dejen una parte en liquidez y, antes de que les cobre comisiones el banco, se lo gasten en visitar Asturias.

Muy importante hoy en día es saber que la paciencia es la madre de la ciencia. Las rentabilidades positivas se cocinan a fuego lento. Si recurrimos a la olla express para preparar nuestra fabada, no vamos a ser capaces de controlar la liquidez y el punto de sal en unos mercados no aptos para hipertensos, que pasan de lo duro (Risk on) a lo pasado (Risk-Off) en menos de 24hrs. Además, no perderle la vista al guiso nos permite controlar mejor los riesgos e ir añadiendo al gusto una pizca de oro o plata, de bono americano a muy largo plazo, de US MBS No Agency en dólares y hasta un toque de Yen. Todos ellos ingredientes que están al alcance de cualquiera en los supermercados financieros de confianza.

Y recuerden por último que estamos con un plato contundente. Un poco de “chup, chup, chup” va a ser una constante en la superficie del guiso y es hasta recomendable. Algo de volatilidad hay que soportar y no queda otra. Lo mejor que hay si se les arrebata el guiso es bajar el fuego pero, si quieren aspirar a ganar Master Chef con una fabada asturiana financiera, algo mejor que batir unas pocas judías y devolver a la cazuela de barro el resultado para darle textura, es recurrir a los “índices put-rights y buy-rights” de volatilidad. Este tema es alta cocina, así que prometo invitar muy pronto al maestro de maestros de la cocina financiera, D. Enrique Castellanos, con el que recientemente tuve el placer de compartir fogones en Ciudad de México. Ustedes de momento, quédense que para el 2020 más tipos de riesgo, es menos riesgo. Es decir, que cuantos más ingredientes distintos de verdad tenga su fabada financiera mejor les sentará. Buen provecho financiero.

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